En este triángulo (CNPCF, nueva judicatura y MASC), el peritaje contable deja de ser un servicio complementario para convertirse en pieza estratégica de la práctica profesional.
Cabe señalar que los contadores públicos han evitado el peritaje por los riesgos asociados a responsabilidades civiles, administrativas e, incluso, penales ante informes deficientes o metodologías frágiles; sin embargo, esa misma percepción ha generado una oportunidad de liderazgo, es decir, posicionar al contador como especialista que reduce la incertidumbre del proceso, traduce la evidencia financiera al lenguaje judicial y sostiene oralmente sus conclusiones con claridad y ética.
El mercado (abogados litigantes, empresas y autoridades) no busca “opiniones”, sino dictámenes trazables, replicables y útiles para la decisión.
La reforma judicial y la incertidumbre procesal están empujando a los consejos de administración a blindar contratos con cláusulas MASC (mediación, conciliación y arbitraje) o, en operaciones internacionales, a evaluar jurisdicciones extranjeras con tradición de especialidad y predictibilidad.
En ambos escenarios, la figura del perito contable deja de ser testigo técnico y se convierte en arquitecto de acuerdos, ya que cuantifica daños, estima escenarios de pérdidas y ganancias, valora impactos fiscales y financieros; asimismo, traduce la complejidad contable a criterios de decisión. En arbitraje, su informe puede ser determinante; en mediación y conciliación, su modelo de cálculo (supuestos, sensibilidad y soportes) marca el rango de negociación. El mensaje al órgano de gobierno es claro: sin peritaje profesional no hay base numérica confiable para cerrar un acuerdo o litigar con ventaja.
El peritaje contable atraviesa a la profesión. En el ámbito de finanzas corporativas, aportan proyecciones y valuaciones; en lo fiscal, el encuadre tributario de operaciones y contingencias; en auditoría, la metodología de evidencia y materialidad; en el rubro de seguridad social y laboral, la cuantificación de cuotas, diferencias y prestaciones; y en el cumplimiento, los mapas de riesgo, la trazabilidad y los controles.
Lejos de excluir, el peritaje integra competencias y las eleva a un estándar probatorio; cualquier profesional con ética, método y formación específica puede ejercerlo. Lo esencial es convertir la pericia cotidiana en prueba técnica defendible.
El abanico de materias donde el perito contable aporta valor es extenso:
Por lo anterior, cada materia requiere lenguaje, supuestos y anexos específicos, pero comparten una columna vertebral: metodología, evidencia y claridad.
Por naturaleza, toda persona profesionista es perito en su materia; eso implica una obligación social, es decir, usar el conocimiento para ayudar a que las decisiones (judiciales o consensuales) se tomen sobre hechos cuantificados y explicados. Los contadores deben asumir la responsabilidad de traducir números en verdad útil. El antídoto contra el riesgo no es la evasión, sino la profesionalización.
Hoy, ser perito exige carácter y método. Carácter para mantener independencia, revelar conflictos de interés y sostener conclusiones incómodas cuando los datos así lo imponen. Por otro lado, se necesita método para delimitar alcances, fundamentar supuestos, custodiar evidencia, cuantificar con prudencia y comunicar sin ambigüedad.
La ética es ex ante (cómo acepto y conduzco el encargo), durante (cómo obtengo y proceso evidencia) y ex post (cómo resguardo mis papeles y atiendo aclaraciones). En tiempos de MASC y de nuevas judicaturas, la ética no es un adorno, sino una ventaja competitiva y un seguro de reputación.
Profesionalizar el peritaje no se logra sólo con “tomar un curso”; más bien, se trata de adoptar un estándar: protocolos de encargo, gestión de conflictos de interés, resguardo de evidencias, revisión entre pares, bitácoras de trabajo, trazabilidad de cálculos y políticas claras de actualización técnica. Además, esto implica entender que la ética y el método son inseparables; lo correcto protege la reputación propia y la de los clientes.
Para la profesión contable, el peritaje abre nuevos modelos de servicio, tales como apoyo en litigios corporativos, valoración de daños en controversias comerciales, análisis de flujos y valuaciones en mediación e informes especializados para autoridades; asimismo, fortalece las competencias núcleo, como pensamiento crítico, documentación robusta y comunicación clara con públicos no financieros.
En contratos con MASC, en arbitraje internacional o ante juzgadores con curvas de aprendizaje distintas, el perito contable profesional convierte la incertidumbre en un orden técnico, la discrepancia en escenarios cuantificados y la prueba en un criterio confiable.
Es momento de hacer del peritaje una frontera de valor para la contaduría pública; una práctica transversal, ética y metodológicamente sólida que honre nuestra responsabilidad ante la sociedad y eleve el valor de los servicios en el país (y más allá).
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