l 10 de enero se da en nuestro país el reinicio formal de la mayoría de las actividades comerciales y educativas; la reapertura general de espacios comerciales y públicos; el reinicio de eventos masivos; entre otras cosas, marca la reactivación de la economía (al menos el mayor intento para que las condiciones económicas y comerciales del país vuelvan a la normalidad).
El periodo de confinamiento significó, desde la perspectiva de la dirección de las empresas y de instituciones de educación superior, un cambio radical en cuanto a las formas de operación, captación y aprovechamiento de recursos, toma de decisiones y los elementos operativos que permiten el desarrollo y crecimiento de la organización.
Las instituciones comprendieron que el trabajo puede realizarse a distancia, pero para ello, se deben tomar decisiones y realizar una serie de acciones que los conducen a escenarios desconocidos por la mayoría . Las acciones o seguimiento de variables han representado procesos complejos y con esto, se tuvieron que instaurar nuevas formas de interacción y cooperación.
La mayoría de las organizaciones hicieron un pacto no escrito con sus empleados, clientes y acreedores: mantener los empleos y la operatividad del negocio al máximo para que no se dejara de recibir ingresos y que la economía no colapsara a falta de circulante.
En realidad, la apertura comercial fue una medida necesaria, ya que la economía nacional mostraba estragos por la inmovilidad industrial, despidos masivos y la incertidumbre de un regreso a la normalidad. Estas exigencias ansiaban recuperar los aspectos sociales en torno a la satisfacción de la población, impulsando la renovación de las actividades empresariales.
El comportamiento y la expectativa de los negocios no han sido los esperados, ya que, como efecto de la pandemia, hay dos fenómenos que afectan de manera directa la economía y denotan el grado de afectación que el periodo de confinamiento ha dejado; uno es el despido de empleados y el otro son las fallas en la cadena de suministro global y sus constantes embates en distintos ámbitos; todo esto como consecuencia de la pandemia y actualmente también ha influido el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, el cual ha contribuido directamente a la escalada de precios en ciertos insumos.
Despido de empleadosEl llamado “Gran despido” es un fenómeno que se gesta a nivel mundial, sin embargo, desde hace algunos meses afecta de forma particular a los Estados Unidos. Esta situación suena discordante con lo que ocurría hace dos años, cuando millones de estadounidenses dejaron de manera voluntaria sus puestos de trabajo ante la imposibilidad de las empresas para seguir pagando sus salarios y prestaciones laborales.
Lo anterior impactó en la economía norteamericana ralentizándola y generando embates, incluso en las actividades primarias de atención a la salud, las cuales debieron prestar atención médica con carácter público y gratuito debido a la gravedad de la situación, pero también por la enorme cantidad de personas que dejaron de contar con seguro médico. Con la aplicación de vacunas y el regreso a actividades presenciales, las compañías comenzaron a recontratar empleados con prestaciones y condiciones laborales similares a las que tenían previamente.
Como un efecto ante los avisos emitidos por el Banco Mundial, sobre lo que prevé sea una recesión económica global en 2023, más de 700 directores de empresas encuestados por Price Waterhouse (PwC), declararon que están optando por la reducción de sus plantillas laborales ante la imposibilidad de mantener las condiciones de los empleados, esto debido al incremento de costos operativos en general.
Es importante recordar que muchas organizaciones enviaron a gran parte de sus empleados a casa durante el confinamiento, lo que trajo algunos beneficios no esperados (no se tuvieron que rentar espacios de oficinas). De la misma forma, los costos por servicios como energía eléctrica, transporte de personal, combustibles, mantenimiento de oficinas, gastos de viaje, gastos de alimentación y cafetería, entre muchos otros, se vieron disminuidos o eliminados.
Esto trajo como resultado, en muchos casos, que la empresa pudiera sostenerse con ventas reducidas o incluso, generar algún tipo de beneficio, ya que, el costo de tener a los empleados en casa es significativamente menor que tenerlos en el piso de un edificio de lujo en alguna avenida principal o zona corporativa de cualquier ciudad.
¿Qué pasa cuando las empresas traen de vuelta a los empleados a las oficinas y comienzan a generar los gastos de forma cercana a los niveles previos al confinamiento o que estos sobrepasan dichos niveles? Si la organización ha incrementado sus ventas en la misma proporción, llegando a los niveles operativos previos e incluso mostrando incrementos en ciertos periodos, se podría pensar que no pasa nada, pero la realidad es que el incremento del gasto y costo operativo trae una disminución en los márgenes, lo que puede generar una cadena de despidos en busca de incrementar los niveles de utilidad.
El efecto de un despido masivo para las organizaciones, lejos de contribuir a una mejora, trae consecuencias graves, pues al haber menos personas con empleo en el mercado, hay menos circulante, lo que impide que la economía crezca o se mantenga estable debido a la disminución en los niveles de consumo. Lo anterior aunado a lo que se prevé como una crisis económica mundial, pinta un panorama poco alentador.
La tasa de desempleo reportada recientemente en México es del 3.2% (un punto porcentual menos que la reportada en el trimestre anterior), en Estados Unidos es de 3.7%, mientras que India muestra una escalada de 8.5% y China 5.3%. Este último también ha reportado en el mismo periodo, el pago más alto de seguros de desempleo en su historia, alcanzando más de 37,100 millones de yuanes (aproximadamente 5,400 millones de dólares).
De manera contradictoria, PwC reportó que el 64% de los directores de las empresas encuestadas decidió incrementar los seguros por salud mental y las compensaciones en general, así como un 70% ha decidido ampliar las labores a distancia, aunque un 61% de los encuestados considera la opción de volver a lo presencial como algo no negociable. Así de contradictorio luce el panorama del empleo en el mundo.
Problemas con la cadena de suministroOtro de los efectos que dejó la pandemia, sin duda es la cadena de suministro. Sobra decir la afectación que esta sufrió por el cierre de importantes puertos en China, como: Shanghái, Guangzhou, Shenzhen y Hong Kong, por mencionar algunos.
La reapertura de operaciones a finales de 2021 no mejoró el panorama, pues ya había demasiados contenedores pendientes de embarque y desembarque, lo cual ha traído atrasos que superan las tres o cuatro semanas para que un buque logre entrar a puerto, ser descargado, cargado y que realice la operación de transporte en vía inversa.
Esto trajo como consecuencia, aparte de retrasos en las cadenas productivas, el desabasto de materias primas, afectando particularmente el mercado de semiconductores (chips) utilizados en la industria automotriz y electrónica.
La demanda es tal que, un chip que previo a la pandemia costaba siete dólares la pieza, hoy llega a cotizarse en cerca de 150 dólares por unidad, lo cual representa un incremento de más de 2,100% en el precio; esto es causado por un déficit de más de nueve millones de piezas desde 2021. Las compañías fabricantes no han podido abastecer este producto y se prevé que el déficit incremente a cinco millones de piezas más durante 2022.
El panorama fuera de los puertos chinos no es nada alentador; sólo en cuanto al transporte de semiconductores, se estima que un 20% del total de barcos portacontenedores del mundo están atascados esperando ser fondeados y atracados para la carga y descarga. La situación no mejora cuando los transportes logran salir a mar abierto, ya que, cuando estos llegan, la espera para fondeo es de hasta tres semanas dependiendo el tipo de mercancías y la urgencia. Todo lo anterior trae como consecuencia un incremento sustancial de la demanda y, por lo tanto, un incremento en el costo de los bienes de consumo.
Sumado a lo dicho, es necesario mencionar lo que el conflicto entre Rusia y Ucrania ocasiona en la cadena de suministro global. La invasión rusa ha impedido que Ucrania, uno de los mayores productores de trigo, maíz y cebada (según la Comisión Europea, Ucrania representa el 10% del mercado mundial de trigo, 15% de maíz y 13% de cebada), comercialice apropiadamente estos cereales, lo que representa un incremento en los precios de diferentes productos alrededor del mundo.
Gran parte del maíz que se consume en México proviene de Ucrania; no recibirlo ha impactado a la cadena productiva de este grano. Lo anterior se ha reflejado en los últimos meses en el precio de la tortilla, que ha pasado de 13 y 14 a 20 o 22 pesos por kilo, lo que se traduce en un incremento del 57% y afecta directamente el bolsillo de las familias mexicanas.
De la misma forma, el aceite de soja, girasol, cártamo y mixto mostraron un incremento de más de 50% en su precio entre marzo de 2021 y el mismo mes de 2022, lo cual se ve reflejado en las industrias que lo utilizan a diario en el país.
ConclusionesLa pandemia se ha ido alejando, mostrando cifras positivas y disminuyendo el número de infectados y fallecidos (de acuerdo con datos oficiales), lo cual resulta sumamente alentador, ya que esto permite que la economía se reactive y las personas regresen a sus actividades cotidianas. Sin embargo, también es cierto que las consecuencias y efectos de este confinamiento en la cadena productiva y en la forma en la que las personas colaboran y trabajan todos los días, se han notado e intensificado en los últimos meses.
No ha sido sencillo mantener a flote la economía en medio de la incertidumbre global; con una estructura laboral golpeada y llena de contradicciones; así como una cadena de suministro dañada y lenta (de acuerdo con los requerimientos de la industria), el panorama se muestra complejo para el 2023.
Es importante que las empresas se preparen y proyecten adecuadamente sus números y que los productores blinden al máximo los precios, para que soporten el embate inflacionario y de contracción que aparece en las expectativas no sólo del Banco Mundial, sino de las principales casas de análisis a nivel internacional.
Es probable que se tenga un 2023 sumamente agitado y sin promesas reales de crecimiento, aunque no hay que olvidar que todo depende de diversas variables, particularmente de un mercado que puede cambiar en cualquier momento.
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