En las siguientes líneas se explora la competencia en el mercado de los navegadores inteligentes, las innovaciones y las implicaciones éticas, legales y energéticas de esta nueva tecnología.
En la portada de la edición de marzo de 1997 de la revista WIRED, los editores declararon: "El navegador web está a punto de fallar”. Resulta que un cuarto de siglo después, no sólo los navegadores siguen aquí, sino que los desarrolladores continúan actualizando la experiencia del usuario. ¿Cuál es la última novedad?, la IA generativa, por supuesto.
Y es que la carrera por dominar la web del Internet ya ha comenzado. A principios de 2023 y como respuesta al lanzamiento de Search Generative Experience, herramienta de Google, Microsoft lanzó una versión incipiente de su navegador Edge que utiliza el modelo ChatGPT de OpenAI.
Arc, un nuevo navegador desarrollado por The Browser Company y que se anuncia como “el navegador que no sólo atiende tus necesidades, sino que las anticipa”, entró a la carrera el otoño pasado con su versión para Linux y la reacción de los usuarios fue intensa. “El día del lanzamiento de Arc Max, la nueva herramienta de IA superó el límite de datos del navegador y la empresa se vio obligada a comunicarse con OpenAI y Anthropic para solicitar más”, comentó Josh Miller, director de la compañía.
Startups de todo el mundo también se han unido a la carrera. SigmaOS, con su navegador Airis, así como Brave con su navegador inteligente Leo, son sólo algunos de los ejemplos.
Las herramientas de la IA incrustadas en los navegadores pueden cambiar (de forma radical) la manera en que los internautas exploran la web, consumen contenidos y realizan tareas. A continuación, algunos ejemplos:
En general, se requieren políticas, gobernanza y reglas claras para el Internet del futuro y para que cada internauta pueda disfrutar de una experiencia en línea segura y placentera. Pero como es normal, la tecnología avanza mucho más rápido que la legislación.
Existen muchas áreas jurídicas grises que aún deben resolverse. Por ejemplo, ¿qué tipos de comportamiento se consideran aceptables y no aceptables en entornos virtuales?, ¿qué sucede si alguien comete un delito en línea que normalmente se consideraría procesable en el mundo real? Además, el auge de la IA generativa requiere nuevas políticas sobre la autenticidad del contenido, cuestiones de derechos de autor y estándares éticos. ¿Quién es responsable si una IA genera contenido dañino o engañoso?
En lo que se refiere a la privacidad de los datos personales, a medida que los early adopters continúan explorando navegadores mejorados con la IA y las empresas compiten e imitan a sus competidores, las protecciones de privacidad ofrecidas siguen siendo un diferenciador clave.
En lo que se refiere puntualmente al poder de cómputo y las necesidades energéticas, con la integración de la IA generativa estamos ante la presencia de máquinas que pueden generar grandes cantidades de contenido, simular entornos complejos y procesar cantidades increíbles de datos en tiempo real. Esto significa que los centros de datos, los proveedores de la nube, así como los nodos de computación perimetral, deben someterse a una transformación masiva.
Los dispositivos del futuro (desde lentes inteligentes hasta dispositivos portátiles) necesitarán manejar cálculos de la IA de forma local (IA de borde) para tareas en tiempo real. Al mismo tiempo, se comunicarán con megacentros de datos para tareas pesadas; asimismo, con la tendencia a la descentralización, hay un impulso por los recursos informáticos distribuidos, lo que conlleva sus propios desafíos de sincronización, seguridad de datos y latencia.
A medida que los cálculos de la IA se vuelven más complejos y frecuentes, podrían eclipsar a muchas de las industrias actuales. Los sistemas descentralizados (como blockchain) consumen una cantidad significativa de energía debido a sus algoritmos de encriptación y verificación. Al agregar la IA generativa a la ecuación, nos enfrentamos a la necesidad de formas de energía sostenibles, renovables e, incluso, nuevas para satisfacer la demanda. La industria tecnológica debe prever centros de datos ecológicos, optimizar algoritmos para la eficiencia energética e impulsar fuentes de energía renovables.
Además, construir y mantener el Internet del futuro requiere personas talentosas que comprendan no sólo la codificación, sino también las complejidades de las realidades virtuales, la ética y los mecanismos de la IA, así como los principios de los sistemas descentralizados. Es un desafío multidisciplinario.
La IA generativa, por ejemplo, no se trata sólo de programación; se trata de entrenar modelos, comprender matices, seleccionar conjuntos de datos y garantizar que se cumplan las pautas éticas. Las universidades deben evolucionar y ofrecer planes de estudio que combinen tecnología, ética y diseño. Las empresas también desempeñan un papel importante; necesitan fomentar entornos donde se impulse el aprendizaje continuo, donde los expertos en tecnologías más antiguas se vuelvan a capacitar en las últimas y se promueva la colaboración.
Para Isaac Marcel, la economía de la atención, anabolizada por la IA, es una tecnología demasiado poderosa para estar en manos de nadie: es el mito de Prometeo. Sin embargo, la tecnología no debe prohibirse ni el avance tecnológico entorpecerse; lo que debe procurarse es hacer que crezca a la par de todos los elementos éticos y legales, así como de las competencias y habilidades personales. Sólo bajo ese escenario, la economía de la atención será rentable y sustentable, no una caja de Pandora.
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