Sólo para dimensionar, en 1929 que inició la Gran Depresión en EUA, el indicador disminuía 12.8%. En 1987 se vivió una de las caídas más violentas en las cotizaciones de todos los valores con grandes oscilaciones, pero sobre todo, el primer colapso financiero a nivel global.
Al inicio de los años 80, en pleno ejercicio del gobierno de Ronald Reagan en EUA y Margaret Thatcher en Reino Unido, motivaban políticas públicas en sus respectivos países y en el mundo; esto para la libre transferencia de ideas, bienes y servicios, personas y más. A dicho proceso se le ha llamado globalización y con esta nueva forma de negociación, el sector que tomaría la punta de lanza sería el mercado financiero, específicamente las bolsas de valores a nivel mundial; es decir, una gran interconexión entre ellas.
En EUA se daban a conocer dos elementos muy relevantes:
1. Déficit fiscal: el gobierno norteamericano mostraba un déficit fiscal de grandes proporciones; por un lado, debido la cantidad de dinero que se destinaba en grandes volúmenes hacia el armamento (Guerra Fría); así como la cada vez más debilitada balanza de pagos por los grandes éxitos que ya representaban las economías asiáticas, donde había un país que estaba haciendo su recién aparición en el comercio mundial: China. Dicha nación arrebataba participación de mercado en diversos bienes y servicios a los norteamericanos.
Lo anterior provocó una contracción económica sin precedente, con un incremento en la inflación que llevaría al endurecimiento de la política monetaria no sólo de EUA, sino del mundo.
2. Eliminación de beneficios fiscales: el congreso norteamericano quitaba beneficios fiscales a las compañías que tuvieran procesos de fusión; esto modificaba de manera importante la valuación de las empresas.
En México se vivía una euforia por participar en el mercado de valores, ya que, las autoridades habían comenzado los primeros pasos de burocratizar las inversiones; es decir, que con montos no tan relevantes se pudieran abrir contratos de inversión. Sin embargo, la sociedad mexicana tenía la intención de invertir, aunque para ello solicitara préstamos y pudiera cubrir los intereses pagados con los que ganaría.
El Índice de Precios y Cotizaciones (IPC) de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), que ya existía desde octubre de 1978, el 6 de octubre de 1987 tenía una cantidad de 373.22 puntos.
El lunes negro tuvo su prólogo el viernes anterior, cuando el Dow Jones bajó un 4.6% (108 puntos) en medio de un clima de temor a una devaluación del dólar, pero nadie imaginaba que en la próxima sesión bursátil, el lunes 19 de octubre de 1987, el pánico sacudiría Wall Street y este índice se desplomaría 508 puntos.
En horas, la bola de nieve se transformó en pánico global. Cuentan las crónicas de la época que un fallo en el recién instalado mercado electrónico, así como en el mercado de derivados, fue la chispa que disparó las alarmas, sumando la zozobra de no contar con información en tiempo real. Esto ocasiono un temor mayor por parte de los intermediarios que, en esos espacios de falta de información, pensaban que el mundo se terminaba y la recomendación a sus clientes fue: “Sálvese quien pueda”.
Lo anterior alentó aún más el fuego destructivo en el mercado bursátil, donde se veían las “pantallas ensangrentadas” o en rojo; esto por una cantidad innumerable de empresas que, en sus propias finanzas, no coincidían con lo que valían las mismas en el mercado.
Para el 17 de noviembre de ese año el IPC mostraba una caída acumulada del 74.42%, creo que no es necesario mencionar el sentimiento negativo y de responsabilizar a personas que trabajaban en la industria bursátil. Muchas de estas críticas eran injustas, ya que, los cracs han existido desde 1636 en la Bolsa de Ámsterdam, donde un tulipán muy bello, pero que no podía costar lo mismo que una casa en Holanda; o bien, en 1929 con el inicio de la Gran Depresión.
Fuente: S&P/BMV IPC.
Sin duda, a partir de ese momento se comenzaron a tomar consideraciones en el marco normativo para que las burbujas especulativas no fueran frecuentes y, que si aparecieran, recordar que después de un episodio no deseado como el anterior, viene un momento de aprovechamiento por parte de los inversionistas, reafirmando que “el momento más obscuro de la noche es justo antes de amanecer”.
Conocer un poco más del mercado bursátil es la única clave para no salir tan lastimado ante episodios como este que, sin desearlo, seguirán presentándose en un futuro, a pesar de los innumerables controles actuales. Aprender de estos eventos y más, siempre será una excelente recomendación.
El testigo social ayuda a prevenir, detectar y, en su caso, denunciar prácticas corruptas que podrían surgir durante la adjudicación de contratos públicos.
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