Esto plantea una pregunta crucial: ¿las empresas están preparadas para resguardar información que, por su propia naturaleza, no se puede revocar?
Los datos biométricos son características físicas o conductuales únicas de cada individuo. Entre los más comunes se encuentran las huellas digitales, reconocimiento facial, escaneo de iris y retina, voz, firma dinámica y el análisis del patrón de caminata.
Entre las principales ventajas, como destacan los expertos, es que los datos biométricos no pueden ser fácilmente olvidados, robados o compartidos. Esto los hace altamente efectivos para controlar accesos físicos (como puertas y oficinas) y validar identidades en entornos digitales.
La adopción de la biometría no es una moda tecnológica, sino una respuesta estratégica ante el aumento de ciberataques y la vulnerabilidad de las credenciales tradicionales. Contraseñas, tokens y otros métodos convencionales pueden ser robados o manipulados con facilidad mediante técnicas como el phishing, ataques de fuerza bruta o keyloggers.
Por otro lado, los marcos regulatorios, como la Ley Federal de Protección de Datos Personales en Posesión de los Particulares (LFPDPPP) en México o el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) en Europa, exigen cada vez más rigor en la identificación, trazabilidad y protección de los datos personales. La biometría permite a las organizaciones demostrar que cuentan con mecanismos robustos de autenticación.
Principalmente, el uso de datos biométricos comenzó como una solución para fortalecer la seguridad y autenticar accesos, esto en respuesta al incremento de ciberataques y a la vulnerabilidad de contraseñas, tokens y credenciales tradicionales. Su valor radicaba en que las huellas, el rostro o la voz no pueden copiarse o compartirse fácilmente.
Con el tiempo, estas tecnologías comenzaron a emplearse también en sistemas de identificación oficiales (pasaportes biométricos o credenciales digitales). Lo que empezó como medida de protección evolucionó hasta convertirse en una forma estructural de definir y gestionar la identidad digital.
Para enfrentar riesgos como la suplantación de identidad, filtraciones o vulnerabilidades en el almacenamiento, la ciberseguridad ha evolucionado hacia modelos más sofisticados:
La biometría está tomando fuerza como parte de una transformación amplia en la forma en que personas, empresas e instituciones gestionan la identidad y la seguridad digital. Cada vez más organizaciones adoptan datos biométricos para validar accesos, firmar documentos, realizar transacciones o autenticar usuarios.
Este cambio abre oportunidades importantes a diversos alcances:
En este contexto, el Gobierno mexicano estableció una Clave Única de Registro de Población (CURP) biométrica, la cual integraría rasgos como huellas y rostro. Esta medida refleja la misma tendencia: consolidar una identidad digital robusta. No obstante, el avance requiere garantías claras como el consentimiento informado, uso proporcional y transparente, así como el derecho a la corrección y eliminación de datos.
La biometría no es sólo una herramienta tecnológica, sino que es parte de un cambio profundo en la forma en que se protege, valida y gestiona la identidad en la era digital. Su uso en seguridad, autenticación e identidad requiere un enfoque estratégico y responsable, tanto por parte de las empresas como de las instituciones públicas. Adoptarla con criterios éticos y regulatorios claros permitirá construir confianza, prevenir abusos y aprovechar su potencial para una transformación digital incluyente y segura.
Con los avances tecnológicos se puede analizar una gran cantidad de datos que, hasta hace poco, parecía imposible plantear al encargado de una auditoría.
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