anto la actividad humana como la empresarial son causantes de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) que se acumulan en la atmósfera, los cuales a su vez incrementan, de manera significativa, la temperatura del planeta. Desde lo más sencillo y básico como utilizar el transporte o la energía hasta los procesos industriales complejos o el cambio de uso de suelo, todo genera un impacto de gran relevancia sobre el clima, facilitando así la propagación de incendios, las inundaciones extremas o los huracanes.
Estos efectos del cambio climático afectan, al mismo tiempo, a economías, empresas, territorios y, por supuesto, la vida de los seres humanos. Se trata, pues, de un problema real y serio que representa riesgos para todos.
Para contrarrestarlo, es esencial conocer y monitorear la cantidad de GEI que generan las diferentes actividades y un indicador que sirve para ello es la huella de carbono, ya que, permite cuantificar, en unidades de dióxido de carbono equivalentes, los GEI liberados de forma directa e indirecta durante los consumos, procesos y operaciones diarias de las personas, organizaciones o países.
Actualmente, 313 empresas han firmado la iniciativa The Climate Pledge en la que se comprometen a gestionar su huella de carbono y a alcanzar cero emisiones netas para el año 2040, lo cual ya da un indicio de cuán importante es esta herramienta para hacer frente a la crisis climática en las organizaciones, pues promueve que éstas desarrollen estrategias de reducción de emisiones y que le rindan cuentas a los grupos de interés con respecto al progreso hacia una economía de bajo impacto ambiental.
Sin embargo, la tarea no es sencilla. Reducir las emisiones conlleva cambios muy importantes en la forma de operar de las empresas, además de adaptabilidad a modelos de consumo alternativos y, en ocasiones, una redefinición de las prioridades.
A continuación, se detallan algunos puntos a considerar para que las organizaciones puedan transitar a una operación más sostenible y responsable, ya que, de ello depende su propio futuro, el de sus grupos de interés y el de las nuevas generaciones.
Cadena de suministro sostenibleDe acuerdo con la Fundación Ellen MacArthur, el 45% de las emisiones de GEI a nivel global proviene de los procesos productivos. En ese sentido, si se busca reducir la huella de carbono se debe cuestionar el origen de tales emisiones y el modo en el que se producen los insumos que conforman dichos procesos.
Transformar el modelo de consumo se está traduciendo en una gestión más eficiente de la cadena de suministro, por lo cual cada vez son más las empresas que están poniendo en marcha iniciativas de abastecimiento sostenible y procesos de debida diligencia que les permiten priorizar a aquellos proveedores que impacten lo menos negativamente posible al medio ambiente, reduciendo así las emisiones upstream de su cadena de valor.
Diferentes investigaciones realizadas a lo largo del mundo coinciden en que el sobreconsumo y la sobreexplotación de recursos naturales son las principales causas de emisión de GEI. Por tanto, reducir los niveles de consumo es primordial si lo que se busca es minimizar la huella de carbono, ya que, adquirir sólo lo necesario hace que disminuyan tanto la intensidad energética de los procesos productivos como los residuos.
Más allá de las consecuencias que esto tenga en el suministro y procedencia de los productos consumidos, disminuir la huella de carbono también implica adaptar el cómo se utilizan y desechan estos productos. La economía circular presenta un modelo de desarrollo que permite separar el crecimiento de las empresas de la explotación de recursos naturales, pues conlleva, entre otras acciones, evitar la compra de plásticos de un solo uso, consumir productos locales, desarrollar iniciativas de reciclaje y elegir materiales duraderos y diseñados para ser reparados y reutilizados con el fin de alargar su tiempo de vida.
Al aplicar estas prácticas, las organizaciones extraen menor cantidad de materia prima del medio ambiente y generan menos residuos, al tiempo que se busca un mejor aprovechamiento de los desechos ‒ya sea dentro o fuera de la organización‒, con lo cual se reducen las emisiones relacionadas con la extracción y disposición de los productos.
Energía: eficiencia y fuentes renovablesEn empresas de ciertos sectores –por ejemplo, el de bienes raíces–, las emisiones por consumo de energía representan la mayor parte de la huella de carbono. Por ello, transitar hacia fuentes de energía renovable es clave para mitigar las emisiones indirectas mientras se potencian los beneficios económicos relacionados con su uso.
De igual forma, incrementar la eficiencia energética es una estrategia que, a través de pequeños cambios en el consumo, tiene un alto potencial de impacto. Esto incluye la implementación de acciones como desconectar los aparatos electrónicos cuando no se utilicen, apagar las luces al salir de una habitación o seleccionar equipos electrónicos con altas calificaciones energéticas, entre otras.
En el contexto empresarial, un estudio de caso publicado por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) demostró que una serie de modificaciones en los hábitos energéticos de la organización, incluyendo el uso de lámparas LED, sensores y aires acondicionados automáticos, puede representar una de las vías más efectivas para reducir las emisiones en más de 25% (Plan A Carbon Reduction, UK: UNFCCC).
Transporte sostenible y trabajo remotoSegún el Instituto de Recursos Mundiales (GRI, por sus siglas en inglés), el transporte es el sector que más contribuye a la generación de GEI en México, representando 28% de las emisiones totales del país. Dicho lo cual, reducir los viajes de trabajo y optar por las reuniones virtuales son ajustes que pueden aminorar la huella de carbono de las empresas.
Como ya pudo verse a lo largo de este escrito, gestionar la huella de carbono no es una labor simple, ya que implica modificar tanto el modelo de consumo como el de producción y organización. No obstante, lo anterior permite poner en marcha estrategias proactivas que impulsen la creación de valor sostenible, el uso eficiente de los recursos y la resiliencia de las empresas en el camino hacia la descarbonización de la economía.
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