n la novela Membrana de Jorge Carrión, una Inteligencia Artificial (IA) guía a los visitantes a una gran urbe en el año 2100 a lo largo de un museo en el que la exposición permanente está formada por obras de arte creadas por máquinas. La novela plantea interesantes interrogantes sobre si una máquina tiene la capacidad de crear y, si es el caso, ¿qué es entonces lo que distingue a la inteligencia humana de la artificial?
La Inteligencia Artificial Generativa (IAG) es una rama de la IA, particularmente del Machine Learning, cuyo objetivo es generar contenido original a partir de datos existentes. Aunque el término es relativamente nuevo, se ha vuelto popular por las aplicaciones deep fake que se propagan regularmente por Internet (el video de una película clásica en el que los rostros de los actores originales son reemplazados por los de otros es un buen ejemplo).
El uso de este tipo de IA se ha vuelto una gran tendencia en áreas artísticas como la literatura y la música. En las siguientes líneas exploramos sus posibilidades, aplicaciones y riesgos en el uso industrial y en el entorno de los negocios.
¿Qué es la IAG? |
Es una rama de la IA que se enfoca en la creación de nuevos contenidos a partir de modelos y algoritmos de aprendizaje automático. La IAG utiliza técnicas como el aprendizaje profundo y las redes neuronales para generar contenido como texto, imágenes, videos, música y otros tipos de medios. Estas técnicas permiten que la IAG pueda crear contenido de forma autónoma, lo que es especialmente útil en industrias como la creativa, el entretenimiento y la publicidad. Algunos ejemplos de aplicaciones prácticas de la IAG incluyen la creación de canciones y música, la generación de historias y guiones para películas y series, la creación de arte y diseños, la producción de anuncios publicitarios y mucho más. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la IAG también plantea desafíos éticos y sociales, como la posibilidad de crear contenido falso o engañoso, el uso indebido de datos y la falta de transparencia en la creación de contenido. Por lo tanto, es crucial que las empresas y desarrolladores que trabajan con la IAG se aseguren de seguir prácticas éticas y responsables en su trabajo. |
Los párrafos anteriores definen con mucha claridad lo que es la IAG, sus usos y sus riesgos. Sólo tienen una particularidad (imperceptible por cierto) fueron generados a través de IA, específicamente por ChatGPT de OpenAI. Sorprendente, ¿no?
En el ámbito de la cultura, específicamente en el de la creación literaria, cerebros artificiales como el de Neurowriter son capaces de imitar el estilo literario de aquellas novelas de las que contenga datos.
El software lee un libro o una serie de textos una y otra vez hasta que es capaz de seguir escribiendo, creando estructuras similares con un lenguaje parecido y hasta con los matices y las formas que definen un estilo literario. Un ejemplo sorprendente de esta aplicación es Sunspring, un corto de Óscar Sharp disponible en YouTube, cuyo guion está escrito por medio de IA.
En el mismo sentido, MusicLM (el nuevo desarrollo de Google) es un algoritmo inteligente capaz de generar música a partir de la lectura de miles de pautas escritas. A decir de sus creadores, MusicLM es un modelo que genera música de alta fidelidad a partir de un exhaustivo entrenamiento de más de 280,000 horas de melodías grabadas.
De manera particular, en el ámbito del marketing y las agencias de publicidad, la tecnología se utiliza para funciones de apoyo que van desde crear titulares, guiones y textos para sus campañas hasta la creación de voces sintéticas y avatares que sustituyen a los actores en los largos y costosos procesos de producción.
Actualmente, de acuerdo con un estudio de Gartner, la mitad de los profesionales del marketing ya utilizan IAG de manera sistemática y se espera que para 2025 el 30% de todos los mensajes de marketing sean producidos por esta ingeniosa forma de IA.
En el ámbito de los asuntos legales la generación automatizada de documentos ha sido un área de oportunidad durante décadas. La tecnología que utiliza grandes conjuntos de datos para aprender a generar imágenes o texto que parezcan naturales podría ser una buena opción para esta industria (que depende en gran medida de documentos y precedentes estandarizados).
Según el desarrollador de la herramienta de IAG con aplicaciones legales llamada Harvey, uno de cada cuatro en el equipo de abogados de Allen & Overy (el prestigiado despacho de abogados con sede en Londres) usa la plataforma de IA todos los días y el 80% la usa una vez al mes o más. Otros grandes bufetes de abogados también están comenzando a adoptar la plataforma.
Como ya lo hemos mencionado, uno de los principales riesgos que presenta la generación de contenidos de manera automatizada consiste en el sesgo que pudiera contener. Desde la información poco o nada verificada con la que se entrena al sistema hasta los sesgos naturales que (voluntaria o involuntariamente) incorpora al algoritmo la inteligencia humana que lo crea; los resultados obtenidos pueden ser no sólo equivocados, sino desastrosos en algunos casos.
Si una máquina es capaz de generar contenido original, ¿quién es considerado el autor del contenido?, ¿a quién corresponde la propiedad intelectual de la obra y cómo se protege legalmente? El debate sobre estos temas ocupa cada vez más espacio en los ámbitos de la ética y la legalidad.
Uno de los puntos más álgidos de la discusión se refiere a si las máquinas acabarán por ocupar los empleos, posiciones u oficios que hoy ocupan las personas. Y es en este punto donde hay que tener clara la diferencia entre la inteligencia humana y la artificial.
En general, la IA es incapaz de hacer abstracciones de la realidad para modelarla y disparar su proceso cognitivo a niveles más allá del mero consumo de información ya existente; tampoco es capaz de considerar el contexto social para tomar una decisión, es decir, no se plantea cuestionamientos morales. Más allá del proceso racional, la inteligencia humana incorpora juicios, heurísticas y emociones que la IA no puede siquiera emular de la manera más burda.
En todo caso, para aventajar a las máquinas, los humanos debemos explotar nuestras privativas cualidades como la habilidad de comunicar, colaborar y resolver problemas, trabajar en equipo para innovar, establecer redes sociales y manifestarnos no sólo como homo sapiens, sino como el homo socialis, ludens, economicus y politicus que nos hace tan complejos y únicos.
En su novela, Jorge Carrión señala que “el mito fundacional de la cultura humana como continuidad es la cooperación hombre sujeto, hombre máquina y hombre tecnología”. Y es que la IA está aquí para quedarse, pues de algún modo se ha llegado al consenso global (desde las corporaciones hasta los gobiernos, pasando por las universidades) para mejorarla e implantarla.
En efecto, el futuro pasa por la IA; yo espero que desde la convivencia y la coexistencia, sin embargo, no hay que descartar, sin duda, que sea desde la dominación o la aniquilación.
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