“El objetivo principal fue aprender algo y aportar a la universidad”, explica Rosales, quien enfocó su estancia en tres grandes ejes: el método del caso tipo Harvard, las medidas anticorrupción y los estudios sobre la región fronteriza, tema que se volvió central en su investigación.
El académico combinó el estudio con la práctica docente, aprendió a enseñar en inglés y a moderar casos, una habilidad que, refiere, “es distinta a sólo impartir cátedra, porque implica una interacción más profunda con los estudiantes”. Además, comparte que convivió con investigadores y alumnos de distintas procedencias, lo que le permitió conocer diferentes estilos de vida y formas de pensar, un intercambio que considera invaluable. “Abordar la escritura de casos y artículos desde la perspectiva estadounidense fue una experiencia reveladora”, señala.
En su paso como profesor visitante en la University of the Incarnate Word (UIW) en San Antonio, Texas, también descubrió una red amplia de talento mexicano en el país vecino: “Me abrió los ojos ver la cantidad de mexicanos que hacen cosas valiosas allá. No sólo emigran quienes carecen de oportunidades, también lo hacen quienes buscan crecer y aportar. Y lo mejor es que el talento mexicano es apoyado y reconocido por visores estadounidenses”. Asimismo, uno de los hallazgos más entrañables de su estancia fue el lazo de amistad entre San Antonio y México, una conexión que describe como una sorpresa agradable.
Tras esta experiencia, Tomás Rosales ahora busca dejar una huella en la UNAM y en la comunidad académica mexicana: “Quiero traer nuevos temas de investigación, sobre todo en los tópicos de sostenibilidad, igualdad de género, tecnología e Inteligencia Artificial (IA)”. Su meta es impulsar una apertura cultural y académica que permita a estudiantes y docentes mirar más allá de sus zonas de confort, pues “es necesario romper los límites mentales y abrirnos al mundo y a nuevas formas de pensar”.
Otro de sus propósitos es inspirar a los jóvenes a no conformarse con lo tradicional. “Quiero platicarles a los estudiantes sobre las opciones que existen, porque mi aventura puede servirles para descubrir que también pueden cruzar fronteras intelectuales y geográficas”, señala.
Rosales considera que México tiene un enorme potencial por desarrollar: “Somos un gran país, pero necesitamos creerlo, invertir, legislar y capacitar a nuestra gente. La universidad tiene un papel central en ese proceso”. Además, destaca la ventaja competitiva de los contadores mexicanos que dominan el inglés.
Con la convicción de que la educación pública mexicana puede trascender fronteras, Tomás Rosales resume su aprendizaje con una frase que refleja su espíritu universitario: “La responsabilidad de la UNAM no termina en México; comienza donde se encuentra un mexicano dispuesto a aprender y compartir”.
Para el académico, la zona limítrofe entre México y Estados Unidos no es sólo una línea divisoria, sino un espacio de mezcla, entendimiento y aprendizaje mutuo. Durante su estancia en Texas, Rosales relata que vivió de cerca la convivencia entre ambas culturas, aprendizaje que describe como “una identidad mezclada; ni de aquí ni de allá, sino de ambas”. Explica que existe una franja de alrededor de 200 kilómetros al sur y al norte de Austin, donde las costumbres, la gastronomía y la vida cotidiana se entrelazan. Refiere que esa zona tiene una identidad propia, una fusión entre lo mexicano y lo estadounidense.
            Para Rosales, la principal diferencia entre ambos países radica en el enfoque y la amplitud de la profesión. “En México, el contador público es un profesional integral; abarca finanzas, contabilidad, auditoría, costos y presupuestos. Todo se concentra en torno al recurso financiero”, explica. En contraste, señala que en Estados Unidos la profesión está más acotada y dividida por especialidades. “Allá, los financieros están aparte, la auditoría y la contabilidad se agrupan en una sección diferente y los impuestos se manejan por separado. Aunque conocen de lo mismo, su formación es más segmentada”, detalla.
Destaca que esta diferencia representa una ventaja competitiva para los profesionistas mexicanos: “Un buen profesional mexicano puede desempeñarse en varias áreas, mientras que un contador estadounidense tendría que estudiar más para abarcar lo que nosotros ya aprendimos; por eso se nos considera contadores completos”.
Otro punto que el docente analiza es el desarrollo de la investigación contable en ambos países. “En México, el estudio contable todavía está en fases iniciales. Tenemos un retraso de varios años, incluso décadas, en algunos temas”, reconoce. En cambio, refiere que en Estados Unidos la producción científica tiene un nivel de especialización mucho más alto, impulsado por un sólido sistema educativo de posgrado; asimismo, cuentan con maestrías y doctorados en áreas específicas como contabilidad, auditoría y finanzas.
El académico señala que los profesionales del país vecino publican mucho y desde hace tiempo: “Por ejemplo, en temas de sustentabilidad llevan más de 50 años en investigaciones, mientras que apenas estamos en etapas intermedias en México; en igualdad de género ellos tienen el título IX desde 1972; nosotros llevamos apenas unos 15 años en ese camino”, apunta. Sobre ello, considera que acercarse al modelo estadounidense ayudaría a acelerar el desarrollo académico en la nación.
Tomás reconoce que ejercer en Estados Unidos no está exento de obstáculos. Entre los principales retos menciona la cuota de acceso profesional, la barrera de cristal y el idioma. “A los contadores mexicanos les resulta difícil alcanzar el mismo nivel jerárquico que ocupaban en el país. Suelen iniciar dos o tres niveles abajo, aunque los sueldos sean buenos; además, existe una barrera de cristal: los estadounidenses, por falta de conocimiento mutuo, no siempre nos ven como pares”, explica.
El dominio del inglés, añade, puede ser otro reto inicial, pero también una ventaja: “Hablar inglés abre puertas y el hecho de que nosotros aprendamos su idioma, mientras que ellos no necesariamente aprenden español, nos da una doble vía de acceso”.
Aun así, considera que las oportunidades son amplias, especialmente para los jóvenes: “Hay un recambio generacional en la comunidad contable estadounidense y eso abre espacio para el talento mexicano”. Asimismo, señala que el campo laboral es enorme porque los contadores pueden ser emprendedores, empresarios o especialistas financieros.
Otro factor positivo es el entorno de colaboración, pues en Estados Unidos hay visores y programas que detectan y respaldan el talento extranjero, aunado a que el ecosistema de emprendimiento es más sencillo y accesible.
A diferencia de México, emprender en el país norteamericano es un proceso simple y estructurado: “Allá sólo necesitas un contador y un abogado para establecer tu empresa y comenzar a operar. El ecosistema del emprendimiento está bien diseñado: hay cámaras de apoyo en cada condado o ciudad, inversionistas ángeles y organizaciones privadas que financian buenos proyectos”.
En México, señala, el panorama es distinto: “Aquí el emprendimiento depende mucho de contactos o amistades, y el acceso al capital es limitado”. Por ello, enfatiza que el impulso al emprendimiento proviene, sobre todo, del sector privado, no del Gobierno. “Los estadounidenses están acostumbrados a hacerlo por sí mismos, no esperan ayuda gubernamental. En Texas, por ejemplo, existe una fuerte conciencia de apoyo local; es un estado que se ha desarrollado de manera independiente y eso se refleja en su cultura emprendedora”, expone.
“El contador mexicano no sólo tiene conocimientos técnicos, sino también adaptabilidad, creatividad y visión; eso nos hace competitivos en cualquier parte del mundo”, resume el profesor, convencido de que el talento nacional tiene un lugar cada vez más visible en el panorama internacional.
            La frontera norte representa un laboratorio vivo de integración económica y social. Señala que existen oportunidades y retos en temas de sostenibilidad ambiental, social y económica debido a los tratados comerciales y las diferencias regulatorias entre ambos países.
Entre las principales oportunidades, destaca el aprovechamiento de ventajas comparativas derivadas del comercio transfronterizo. “Los tratados comerciales permiten aprovechar las ventajas de cada lado de la frontera. Por ejemplo, pintar un coche en Estados Unidos es complejo y caro por temas regulatorios y ecológicos, por lo que se cruzan a las ciudades fronterizas para hacerlo”, explica.
También resalta el auge del turismo médico, un fenómeno que genera derrama económica en el norte del país: “Es mucho más económico para los estadounidenses venir a México para atención médica y medicinas, lo que genera un flujo importante hacia clínicas mexicanas”.
Sin embargo, no todo son beneficios; subraya que los retos más relevantes tienen que ver con la falta de homologación de normas. A esto se suman las políticas restrictivas que, aunque existen en ambos países, en la nación vecina son mucho más grandes.
El docente subraya que los mexicanos en Texas han forjado una identidad regional tejana, fruto de generaciones que se establecieron en la zona. “Esa historia compartida nos convierte en un engrane entre muchas culturas; nos entienden otros porque nosotros también llegamos como migrantes”, comenta.
Para Rosales Mendieta, el respaldo dentro de la comunidad hispana es clave: “Hay una solidaridad real entre los nuestros; nos ayudamos, nos reconocemos y eso nos da fuerza. Somos una comunidad que aporta”.
No obstante, refiere que, entre los estadounidenses, persiste una percepción equivocada sobre la seguridad en territorio nacional. “Muchos me preguntaban si es seguro visitar el país. Les cuesta trabajo entender que aquí se vive bien, que hay una sociedad ordenada y gente buena”, indica.
Curiosamente, asegura que, durante su estancia, no extrañó la vida mexicana: “No puedes extrañar lo que eres. Si eres mexicano, cocinas, piensas y vives como mexicano, aunque estés fuera”. No obstante, admite que sí echó de menos a la familia, aunque la tecnología ayuda mucho a sobrellevar la distancia.
La experiencia nos enseña a todos una lección importante: “Romper la barrera del miedo a moverse. Uno aprende que se puede disfrutar y sentirse en casa en más de un lugar. La convivencia entre culturas no sólo amplía el entendimiento, también transforma la identidad”, comparte el contador, convencido de que los mexicanos, más que migrantes, son constructores de puentes entre el norte y el sur.
Al abordar el tema de la paridad de género y el empoderamiento femenino, Rosales compara los avances de ambos países; afirma que en Estados Unidos, la paridad de género y el empoderamiento de la mujer en el ámbito económico y académico están avanzados. Cita el ejemplo del título IX, una ley estadounidense que garantiza la igualdad de recursos en el ámbito deportivo universitario: “Este ordenamiento obliga a que el dinero de becas y apoyos sea igual para hombres y mujeres, lo que asegura un esfuerzo similar en ambas partes”. En contraste, reconoce que en territorio nacional aún hay camino por recorrer.
A lo largo de su estadía, Tomás Rosales reflexionó sobre su vida y sus creencias. Inicialmente, su intención era regresar al país, pues sentía un fuerte vínculo; no obstante, conforme pasó el tiempo, su perspectiva cambió. “Al final de mi estancia, la respuesta fue que sí viviría allá”, revela, añadiendo que la clave está en poder combinar lo mejor de ambos mundos.
Asimismo, destaca las ventajas de la vida en otro país, como la seguridad y la certeza jurídica, elementos que contribuyen a una vida más ordenada. No obstante, también encontró en México cualidades únicas que lo atraen, como la cercanía con la familia y amigos, además de las grandes oportunidades que ofrece el país. “Hay cosas malas en ambos lados, pero lo importante es no romantizar ni odiar ninguna de las dos realidades, sino tener un punto objetivo”, explica.
A los estudiantes que sueñan con una vivencia académica internacional, Rosales Mendieta les hace un llamado a no temer al cambio y aventurarse en esta oportunidad, ya que esto les ofrece un crecimiento tanto profesional como personal: “Que se atrevan a cruzar no sólo una frontera de país, sino también de forma intelectual”.
Tomás también destaca que la trayectoria internacional exige sacrificio y esfuerzo, pero que a cambio ofrece grandes oportunidades. “Irse a otro país implica pagar cuotas de esfuerzo y estudio, pero también te permite descubrir nuevas formas de ver el mundo”, puntualiza.
El contador y académico Tomás Rosales Mendieta ofrece una reflexión sobre la vida y los desafíos que enfrentan las personas. “Cada uno tiene su propio Río Bravo”, dijo, haciendo una analogía a los obstáculos y dificultades personales; sin embargo, alienta a los jóvenes a no conformarse con lo básico y buscar siempre algo más. “Exploren sus pasiones, crucen fronteras intelectuales y geográficas, porque hay muchas oportunidades, aunque impliquen esfuerzo”, concluye.
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