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Data centers para IA y la escasez de recursos naturales

La operación de los data centers requiere grandes volúmenes de energía y agua, lo que puede agravar crisis ambientales, así como generar tensiones sociales.

Data centers para IA y la escasez de recursos naturales


N62346
Mtro. Christian Vázquez Sánchez Académico y consultor independiente
Metadata 04 de septiembre de 2025

En Dune, la novela de ciencia ficción de 1965 en la que se basa la reciente y taquillera película del mismo nombre, Frank Herbert imagina un planeta desértico (Arrakis) donde el recurso más valioso no es el agua (aunque es muy escasa), sino la especia Melange, una sustancia indispensable para la navegación espacial, la prolongación de la vida y la expansión del conocimiento. La especia es tan estratégica que su control equivale a controlar el imperio entero; quien regula su extracción y distribución decide el destino político y económico de civilizaciones enteras.

De manera similar, en la actualidad, la concentración de las infraestructuras críticas de datos en manos de pocas empresas plantea riesgos sistémicos, desde vulnerabilidades cibernéticas hasta conflictos por la asignación de recursos naturales. En las siguientes líneas exploraremos el papel de las infraestructuras de datos como motor de desarrollo económico, los costos ocultos en términos de energía, agua y emisiones, así como las posibles rutas hacia un equilibrio sostenible.

Infraestructura digital: pilar de la economía global

En la última década, la infraestructura digital se ha consolidado como un pilar central de la economía global. La aceleración de la Inteligencia Artificial (IA) generativa ha multiplicado la demanda de capacidad de cómputo y almacenamiento; dicha demanda se traduce en una expansión sin precedentes de centros de datos (data centers) en distintas geografías, con inversiones que superan los miles de millones de dólares.

La noticia de que Amazon, Microsoft y Google están levantando grandes centros de datos en regiones vulnerables de México (Querétaro), Chile y España no es un hecho aislado. Esto responde a una tendencia global, la cual es ubicar estos activos estratégicos en lugares con bajo costo de suelo, acceso a energía relativamente barata, marcos regulatorios favorables y, en muchos casos, incentivos fiscales. El problema es que estas ubicaciones suelen coincidir con zonas con escasez de agua o ecosistemas frágiles.

El punto de fricción es evidente, pues la operación de estos centros requiere grandes volúmenes de energía y agua, lo que puede agravar crisis ambientales preexistentes y generar tensiones sociales y políticas.

La expansión de centros de datos en regiones con escasez de agua y limitaciones energéticas plantea un dilema que va más allá de la economía digital.

Infraestructuras de datos como motor económico

Un centro de datos a hiperescala (como los que construyen Amazon Web Services, Microsoft Azure o Google Cloud) puede requerir entre 500 y 2,000 millones de dólares de inversión inicial. Este gasto se distribuye en infraestructura física, equipos tecnológicos, energía y mano de obra.

En términos macroeconómicos, un proyecto de este tipo puede representar un porcentaje significativo de la Inversión Extranjera Directa (IED) en una región; por ejemplo, la instalación de tres centros de datos en 2023 en Querétaro supuso cerca del 12% de la IED anual del estado.

Los beneficios económicos incluyen:

  • Empleo directo: aunque limitado en número (entre 50 y 150 puestos permanentes por centro), los salarios son elevados y especializados.
  • Empleo indirecto: proveedores de servicios de mantenimiento, limpieza, seguridad, transporte y alimentación.
  • Proveedores locales: empresas de climatización, ingeniería eléctrica y construcción.
  • Efecto clúster: atracción de startups y compañías que requieren baja latencia o proximidad física al centro de datos.

Costos ocultos: energía, agua y huella de carbono

La Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) estima que un centro de datos a hiperescala típico (como los referidos) requiere de forma continua entre 30 y 50 megavatios (MW) de potencia eléctrica. Esto significa que una sola instalación puede consumir la misma energía que una ciudad de 50,000 a 80,000 hogares durante las 24 horas del día, los 365 días del año.

Este patrón de consumo no es estacional ni sujeto a picos horarios como ocurre en otros sectores industriales; es una demanda constante y sostenida, lo que incrementa su impacto en la capacidad instalada de las redes eléctricas y en la planificación de la oferta energética a largo plazo. El consumo plantea varios retos como la competencia por la capacidad de la red eléctrica, el impacto en las tarifas para los usuarios y la dependencia de combustibles fósiles.

El agua como cuello de botella

El funcionamiento de un centro de datos de gran escala depende no sólo de energía eléctrica, sino también de un insumo (muchas veces subestimado): el agua. Este recurso es fundamental para mantener las temperaturas operativas de los servidores dentro de rangos seguros, evitando sobrecalentamientos que puedan provocar fallas o interrupciones del servicio.

El método de enfriamiento más extendido a nivel global es el enfriamiento evaporativo, el cual utiliza agua para absorber el calor y disiparlo mediante evaporación; aunque es más eficiente energéticamente que el enfriamiento por aire, su costo hídrico es considerable. Dependiendo del diseño y la eficiencia de la instalación, un único centro de datos puede consumir entre cuatro y ocho millones de litros diarios (entre 4,000 y 8,000 m³), lo que equivale al consumo diario de una ciudad de 30,000 a 50,000 personas.

Particularmente, en Querétaro la disponibilidad media anual de agua por habitante es inferior a 1,000 m³, situándose por debajo del umbral de estrés hídrico definido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En esta región, la extracción excesiva de acuíferos ya provoca hundimientos y salinización de mantos freáticos, problemas que pueden agravarse con el incremento de la demanda por parte de nuevos centros de datos.

Sin duda, el agua se perfila como uno de los principales cuellos de botella para la expansión global de la infraestructura de datos; asimismo, su disponibilidad, costo y regulación serán variables críticas en cualquier análisis de viabilidad económica a mediano y largo plazo.

Existe una tendencia global para ubicar activos estratégicos en lugares con bajo costo de suelo, acceso a energía barata, marcos regulatorios favorables e incentivos fiscales.

Dilema: inversión vs. sostenibilidad

Para un inversionista, evaluar proyectos vinculados a la construcción y operación de centros de datos implica navegar entre dos fuerzas en tensión: el atractivo económico de un sector en expansión acelerada y los riesgos ambientales, regulatorios y reputacionales que pueden comprometer el retorno de dicha inversión.

El dilema no es meramente ético, es financiero y estratégico; se resuelve o al menos se gestiona adoptando un enfoque de inversión responsable que combine el atractivo económico del sector con un compromiso medible de sostenibilidad; esto implica:

  • Condicionar la inversión a indicadores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) cuantificables y auditables.
  • Diversificar geográficamente la cartera para mitigar riesgos regulatorios y de recursos.
  • Integrar criterios de innovación tecnológica que reduzcan la huella hídrica y energética.

En términos financieros, la sostenibilidad ya no es un costo adicional, sino una palanca para garantizar la viabilidad a largo plazo de la inversión.

Conclusiones

La expansión de centros de datos en regiones con escasez de agua y limitaciones energéticas plantea un dilema que va más allá de la economía digital. La oportunidad de atraer inversión, empleo y posicionamiento estratégico es innegable; sin embargo, los costos ocultos en consumo de recursos, huella de carbono y monopolios de recursos naturales pueden convertir una ventaja inicial en un lastre a largo plazo.

La moraleja es clara: si no aprendemos a gestionar de manera sostenible los recursos naturales que alimentan nuestro futuro digital, corremos el riesgo de construir un imperio tecnológico sobre arenas movedizas. Y como en Dune, cuando el recurso se agote o se torne insostenible, no habrá infraestructura (por poderosa que sea) capaz de recuperarlo.icono final



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