Precisamente, gracias a la retroalimentación de quienes colaboran estrechamente con la dirección, es posible identificar las áreas de oportunidad de una manera más objetiva y, si existe un ambiente de confianza genuina, sin malicia. Sin embargo, fomentar el intercambio de opiniones constructivas con la dirección de una empresa no es una tarea sencilla. Las dos razones principales que, en mi experiencia, he identificado como las más frecuentes son:
Lejos de evitar problemas, esto puede dañar el ambiente laboral y limitar oportunidades. Por ello, quiero hablar sobre por qué la retroalimentación honesta puede convertirse en una de las mayores fortalezas de cualquier líder empresarial y cómo incentivarla con éxito.
Primero, lo más obvio, nadie es perfecto. Pero cuando alguien ocupa un puesto con tanta responsabilidad y presión como la dirección de una organización, es posible que el temor a equivocarse lo lleve a no escuchar dudas o preguntas sobre sus estrategias. Esto puede deberse al intento de evitar cualquier vacilación, quizá para no perder autoridad o, simplemente, para alejar inseguridades internas. Sin embargo, lo que solía considerarse una debilidad es, en realidad, un aspecto humano del que no se puede huir y que, lejos de afectar la fortaleza de un líder, le otorga la habilidad de ser percibido como alguien cercano, con niveles saludables de humildad, de quien se puede (y se desea) aprender.
Otra ventaja de esta apertura ante los errores, que son parte del día a día y no el fin del mundo, es que el resto de la empresa pierde el miedo a expresar su opinión o sugerir ideas que no siempre siguen el camino más seguro, pero que podrían generar buenos resultados. Este tipo de cultura fomenta que las inquietudes de las personas no se queden guardadas, evitando un clima tóxico o de intimidación (que tanto daño causa en las dinámicas internas de una compañía). Por ello, es fundamental aprender a recibir retroalimentación, especialmente, en puestos de dirección, donde los egos suelen ser más frágiles.
No siempre es una tarea fácil de asumir, pero quizá no por las razones que se suelen pensar. Esto es lo que sugiero para garantizar que la retroalimentación sea realmente honesta y constructiva:
Una vez que se domina este aspecto de la retroalimentación, es fundamental extenderlo al resto de la empresa.
Aceptar en voz alta cuando se cometen errores. Ese puede ser el primer paso para que el resto de los equipos descubran que las personas en puestos de dirección se reconocen como imperfectas y no tienen problema en señalar sus fallas, pues aceptan que de ahí se puede aprender.
Siempre es posible mejorar como líder, y quienes tendrán las sugerencias más valiosas son las personas que colaboran de cerca. Más vale perderle el miedo a conocer qué piensan y darles la confianza para que no lo escondan.
El CEO debe descargar su agenda de esas actividades que absorben mucho de su tiempo, pero que no le ayudan a desempeñar mejor su labor de dirección.
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