Con esto, podemos observar que honrado y honesto no son sinónimos, contrario a lo que se piensa; más bien, son términos que se complementan y enriquecen la conceptualización de la integridad, la cual se observa a través de un comportamiento apegado a valores, donde debe de estar manifiesto el respeto, la congruencia y la confianza.
El Código de Ética Profesional exige que esta integridad permanezca y sea manifestada en todas las relaciones profesionales y de trabajo, entendiendo que el ser humano primero actúa como persona y ser social antes que como profesional; entonces, se puede traducir que la integridad debe estar presente todo el tiempo en las personas y que, idealmente, “se convierta en un modo de ser, en un modo de vida”.
De manera adicional, se amplía el alcance de la integridad con el siguiente texto: “La integridad implica actitudes justas, veracidad y tener la fuerza de carácter para actuar de manera adecuada, incluso, cuando se enfrenta a presiones para hacer lo contrario o cuando hacerlo podría crear consecuencias personales y organizacionales adversas”. En este fragmento, la exigencia se eleva, pues demanda la formación de un carácter con la intensidad y fuerza suficiente para vencer presiones y continuar con una actuación estoica. Dicho de otra forma, se debe permanecer en la rectitud y dar prioridad a los valores y normas, así como a la evaluación permanente de las consecuencias a fin de evitar daños a las organizaciones y, por ende, a las personas.
Cuando la integridad deja de ser una idea y muestra su fuerza con acciones, es el momento crucial en el que se le logra dimensionar y valorar. Ahora bien, cuando se extiende fuera del ámbito mental, se une con las emociones y se refleja en las acciones; una persona logra conciencia, alcanzando estados de bienestar y satisfacción que le permiten cumplir con sus expectativas personales y ser un ejemplo a seguir para otros.
Los buenos pensamientos o ideas que no se manifiestan con acciones carecen de valor; las emociones que no se enfocan en comportamientos que sumen a la congruencia sólo comprometen a las personas en lo individual y colectivo en lugar de favorecerlas.
Alcanzar una convicción, con una mente clara y un ser emocional, logra que los seres humanos venzan barreras, alcancen metas y actúen conforme a valores. Las personas y profesionales de la contaduría que se comprometen con la integridad son quienes construyen el futuro, dan esperanza de vida y abren caminos para que se sumen todos los demás que se enfocan en cumplir el compromiso que se tiene con la sociedad.
El Código de Ética Profesional refuerza todas estas ideas con lo siguiente: “Actuar adecuadamente implica mantenerse firme cuando se enfrenta a dilemas y situaciones difíciles o desafiar a otros cuando las circunstancias lo justifiquen, de una manera apropiada a las circunstancias”.
La ética manifestada en la integridad se convierte en una decisión personal y una convicción que, al ser aplicada por los seres humanos, permite lograr un comportamiento apegado a valores que genera bienestar común y crea caminos de sustentabilidad de forma consistente.
El contador público debe aplicar el marco conceptual del Código de Ética Profesional para identificar las amenazas y responder de forma correcta.
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